De tu última caminata por la playa, surgió una idea revolucionaria, y después de darle un millón de vueltas, finalmente reconoces que se trata de una excelente oportunidad para iniciar un negocio muy efectivo. A medida que pasan los días, te das cuenta que para convertirlo en un proyecto fructífero, necesitas (entre otras cosas), dinero, recursos, y personas que crean en tu visión. Pero tu idea es tan buena –para ti-, que te encuentras reacio a hablar de ella por temor a que alguien te la robe y la implemente primero.
Negocios de fotografía diseñado por Creativeart – Freepik.com
Si estás viviendo una situación similar a la descrita anteriormente, en la que una vocecita malvada te convence de que el mundo está en tu contra y quiere dejarte en la ruina, podrías estar experimentando el “Síndrome de Gollum” (en referencia al popular personaje de la saga “El Señor de los Anillos”). ¿Lo recuerdas? Gollum vive atormentado por las fuerzas del mal y su único objetivo es quedarse con el anillo al precio que sea, por el mero hecho de tenerlo.
No es broma, una persona con esta condición, es aquel que no da información sobre sus proyectos -innovadores o no- por terror a ser plagiado: “¡Es míaa, mi tesorooo!”. Esta “enfermedad”, muy común entre los emprendedores novatos, amenaza con convertir a mucha gente con buenas intenciones en verdaderos Gollums, exactamente como lo describió J.R.R.Tolkien en sus novelas.
Lo cierto es que estás tratando esta idea como si fuera lo más preciado que posees y esto te impedirá crear un negocio exitoso. Si te preocupa quien pueda estar escuchándote, en su marca, listo para hacerte la maldad, tu proyecto no va a funcionar; al no ser un líder claro, no podrás integrar un equipo a tu alrededor que acompañe y complemente ese proyecto. Para ser honesto, las personas no llegan lejos por solo “tener ideas”, y si proteges tanto la tuya, la mayor parte de tu tiempo y energía se desperdiciarán custodiándola en lugar de desarrollarla hacia un modelo de negocio sustentable.
Quizás tu idea es revolucionaria, quizás no; en cualquier caso, es mucho mejor hablar de ella que mantenerla en secreto. La mayor ventaja de compartirla es que recibes retroalimentación antes de la etapa de desarrollo. Cuando discutes una idea con la gente correcta (quienes, por cierto, eventualmente pueden formar parte de un equipo comprometido), ganas mucho más valor que el riesgo especulativo que lleva consigo compartirla. Teniendo esto en cuenta, te recomiendo llamar a seis amigos y compartir tu idea. Aunque los cambios no suelan gustarte, por su dimensión o por falta de resiliencia, cada uno de ellos puede aportar teorías de por qué no funcionaría – y de esa manera puedes hacer cambios basados en las sugerencias, agregando valor a tu proceso-. Haz lo mismo semana a semana, hasta aterrizar un plan que funcione.
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Asume lo más pronto posible, el hecho indiscutible de que por sí sola, tu idea no vale nada. ¿Sabes lo que sí tiene valor? La gestión y ejecución de esa idea. Y eso lo hace un equipo. Por más brillante que sea tu idea, si está mal gestionada por un mal equipo, no llegará a ningún sitio. En contraste, he visto ideas mediocres que con un buen equipo crecen y prosperan felizmente. Entonces, ¿quieres ser Sr(a). Ideas o Sr(a). Resultados? Todo mundo tiene ideas. Pocas personas las ejecutan.
Para saber si estamos o no infectados por esta enfermedad solo habrá que preguntarnos si lo que realmente nos preocupa es quien se queda con el crédito, o si realmente aspiramos a implementar una idea para mejorar nuestro entorno y, por qué no, garantizar nuestra estabilidad económica en el proceso.
No te mortifiques, si quieren copiar, que copien. Aquellos que siguen tus pasos están, por definición, atrás de ti. 😉
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